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Los 4 Satélites Galileanos
Probablemente la contribución más significativa que Galileo Galilei hizo a la Ciencia fue el descubrimiento de los cuatro satélites que giran alrededor de Júpiter que actualmente reciben este nombre en su honor.
El descubrimiento de Galileo
Galileo observó por primera vez las lunas de Júpiter el 7 de Enero de 1610 a través de un telescopio casero. En un principio pensó que se trataba de tres estrellas cercanas a Júpiter, que formaban una línea que atravesaba el planeta.
La siguiente noche, estas estrellas parecían haberse movido en la dirección errónea, lo que llamó su atención. Galileo continuó observando a estas estrellas y a Júpiter durante la siguiente semana.
El 11 de Enero apareció una cuarta estrella (que luego resultaría ser Ganímedes) Después de una semana, Galileo había observado que las cuatro estrellas nunca abandonaban la vecindad de Júpiter y parecían moverse con el planeta, cambiando su posición respecto a las otras y a Júpiter.
Finalmente, Galileo determinó que lo que había estado observando no eran estrellas, sino cuerpos planetarios que estaban en órbita alrededor de Júpiter. Este descubrimiento confirmó la validez del sistema heliocéntrico de Copérnico y demostró que todas las cosas no giran alrededor de la Tierra.
Durante la mayor parte de los tres siglos y medio que siguieron al descubrimiento de Galileo, los cuatro satélites brillantes atrajeron poca atención entre los astrónomos.
Sin embargo, desde la década de 1960, a medida que los científicos planetarios se fueron interesando por los planetas con un gran número de satélites, todo el séquito de satélites naturales fueron objeto de un minucioso escrutinio. Naturalmente, la atención se centró en los satélites galileanos.
Los cuatro grandes satélites de Júpiter son prácticamente esferas del tamaño de un planeta, y las observaciones realizadas con telescopios terrestres y con las naves espaciales Pioneer 10 y Pioneer 11 revelan que son lugares únicos y fascinantes, mundos completamente diferentes de Mercurio, Marte y la Luna, cuerpos de tamaño similar en el sistema solar.
Nro | Satélite | Diámetro (km) | Distancia de Júpiter (km) | Periodo orbital (días) | Densidad (g/cm3) |
---|---|---|---|---|---|
1 | Ganímedes | 5300 | 1 070 000 | 7,2 | 1,94 |
2 | Calisto | 4800 | 1 883 000 | 16,7 | 1,83 |
3 | Ío | 3600 | 422 000 | 1,8 | 3,52 |
4 | Europa | 3100 | 671 000 | 3,5 | 3,01 |
1. Ganímedes
Ganímedes es el satélite natural más grande del sistema solar y la luna más grande de Júpiter. Lleva el nombre del mitológico Ganímedes, copero de los dioses griegos y amado de Zeus.
También es el noveno cuerpo celeste más grande en el sistema solar. Ganímedes podría haber sido considerado un planeta, pues es incluso más grande que Mercurio. No obstante, fue denominado satélite, ya que describe una órbita en torno a un planeta.
Ganímedes tiene una densidad baja, lo que significa que, aunque es más grande que Mercurio, solo tiene la mitad de su masa. La baja masa de Ganímedes se debe a que el hielo de agua constituye aproximadamente la mitad de su composición.
Ganímedes está compuesto principalmente de roca de silicato y hielo de agua, y se cree que existe un océano de agua salada a casi 200 kilómetros debajo de su superficie, que podría contener más agua que todos los océanos de la Tierra combinados.
Las imágenes espaciales de Ganímedes muestran que su superficie es una mezcla de dos tipos de terreno. El cuarenta por ciento de la superficie está cubierta por regiones oscuras con muchos cráteres, y el sesenta por ciento restante por regiones con una gran variedad de surcos y crestas.
Es el único satélite del Sistema Solar que se sabe que posee una magnetosfera, probablemente creada por convección dentro del núcleo de hierro líquido. Ganímedes es la única luna del sistema solar que produce su propio campo magnético.
2. Calisto
Calisto es el segundo satélite más grande de Júpiter y el tercero más grande en el sistema solar. Calisto era hija del rey arcadio Lykaon y compañera de caza de la diosa Artemisa.
Se encuentra bastante alejado de Júpiter, lo que hace que Calisto no forme parte de la resonancia orbital que afecta a los otros tres satélites galileanos y, por tanto, no experimenta un calentamiento de marea apreciable.
Calisto está compuesta por cantidades aproximadamente iguales de roca y hielo, lo que la convierte en la menos densa de las lunas galileanas. Aquí no hay montañas ni volcanes, solo cráteres. Es el satélite con más cráteres del Sistema Solar.
La nave espacial Galileo reveló que los cráteres de menos de 10 km están ocultos por acumulaciones de material fino y oscuro que se asemeja a una mezcla de minerales arcillosos, lo que sugiere que han ocurrido deslizamientos de tierra a lo largo de su historia, y probablemente ocurren incluso hoy.
Calisto está rodeada por una atmósfera extremadamente delgada compuesta de dióxido de carbono y probablemente oxígeno molecular. La investigación reveló que Calisto posiblemente tenga un océano subterráneo de agua líquida a profundidades superiores a los 100 kilómetros. La probable presencia de un océano dentro de Calisto indica que puede o podría albergar vida.
Calisto parece no ser un lugar apto para establecer una colonia humana (sus temperaturas son infernalmente bajas). Sin embargo, tiene muchas ventajas que no están presentes en el resto de satélites Galileanos.
Al igual que el resto, tiene mucha agua en forma de hielo en superficie, pero su distancia a Júpiter implica que no tendríamos que preocuparnos por la radiación (que es siete veces menor que la radiación en la Tierra). Además, tendría estabilidad geológica (no habría que preocuparse por volcanes o terremotos), por eso sería un buen lugar para funcionar como estación de paso.
3. Ío
Toma aproximadamente 1,7 días terrestres en completar una órbita alrededor de Júpiter. Lleva el nombre de Ío, una sacerdotisa de Hera que se convirtió en una de las amantes de Zeus.
A diferencia de la mayoría de los satélites del Sistema Solar exterior (que tienen una gruesa capa de hielo), Ío está compuesto principalmente de roca de silicato que rodea un núcleo de hierro fundido o sulfuro de hierro.
Tiene la más alta densidad entre todos los satélites, puesto que está compuesto de roca; y, en proporción, la menor cantidad de agua entre todos los objetos conocidos del sistema solar.
Con más de 400 volcanes activos, Ío es el satélite con la mayor actividad volcánica en todo el sistema solar. Mientras Io viaja en su órbita, la inmensa gravedad de Júpiter provoca mareas en la superficie sólida de Io de 100 metros de altura, generando suficiente calor para dar lugar a la actividad volcánica.
Su superficie está cubierta de azufre y lava. Posee más de 100 montañas, algunas de las cuales son más altas que el Monte Everest de la Tierra. Y se estima que la temperatura en su superficie alcanza los 1.200°C.
4. Europa
Europa es el sexto satélite más grande del sistema solar, además de ser la sexta luna del planeta Júpiter. También, es el más pequeño de los «satélites Galileanos». Su nombre proviene de un personaje de la mitología griega: Europa era la madre del rey Minos de Creta, una de las numerosas amantes del rey de los dioses.
Hay pocos cráteres en Europa porque su superficie es tectónicamente activa y joven. Los científicos creen que debajo de ella se oculta un profundo océano, entre 80 y 150 kilómetros de profundidad. De confirmarse, el pequeño Europa podría contener el doble o el triple de agua que todos los océanos de la Tierra.
La energía térmica procedente de la flexión de las mareas garantiza que el océano permanezca líquido e impulsa la actividad geológica. La vida en un océano así podría ser similar a la vida microbiana en la Tierra en las profundidades del océano.
El aspecto de Europa es el de una bola helada con líneas marcadas sobre la superficie del satélite. Probablemente son fracturas de la corteza que se han vuelto a llenar de agua y se han helado. Algunas teorías sugieren que la gravedad de Júpiter está causando estas marcas, ya que un lado de Europa está constantemente frente a Júpiter.
Se teoriza que el color de las marcas, marrón rojizo, es causado por el azufre, pero los científicos no pueden confirmarlo porque no se han enviado dispositivos de recopilación de datos a Europa.
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