La vigilancia volcánica

La vigilancia volcánica

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¿Cómo se predice una Erupción Volcánica?

Para que un volcán entre en erupción es necesaria una condición imprescindible, debe existir magma; si en el sistema no hay magma susceptible de salir es imposible que se produzca una erupción. Partiendo de este principio, si somos capaces de conocer cuales son las propiedades físicas de este magma (si se mueve, si cambian las condiciones a las que está sometido y si ello facilita su salida a la superficie), podremos establecer cuando y cómo será la futura erupción del volcán.

El ascenso del magma está condicionado por su viscosidad, por ello es un proceso muy lento, incluso los magmas muy fluidos (basálticos) necesitan más de dos días para alcanzar la superficie desde las zonas de almacenamiento situadas en la base de la corteza. No se conoce ningún volcán que haya pasado de un estado de reposo al de erupción violenta de forma repentina.

Vigilancia volcánica

Sistemas de vigilancia volcánica

En la actualidad, la vigilancia de volcanes se hace midiendo instrumentalmente la actividad sísmica, deformación, emisión de gases y temperaturas anómalas, complementado con la información obtenida a través de la observación directa por el hombre.

1) La observación directa: Los fenómenos fácilmente observables son: ruidos, leves movimientos sísmicos, aparición de fumarolas, contaminación de aguas con gases volcánicos (acidez y olor a huevos podridos), variación del nivel de los pozos de agua, emisión de gases y posteriormente cenizas y/o proyectiles balísticos, etc.

En un proceso de reactivación volcánica, estos cambios deben ser descritos de manera permanente y detallada para poder determinar y cuantificar un eventual incremento de actividad que indique la probable ocurrencia de una erupción. Este trabajo se realiza a través de cámaras de vídeo instaladas en inmediaciones del volcán o mediante la inspección in situ del terreno.

2) La vigilancia sísmica: El seguimiento de la actividad sísmica es la más antigua de las técnicas de vigilancia de volcanes, desarrollándose ya a finales del siglo XVIII los primeros instrumentos para el estudio de los temblores del Vesubio. La vigilancia sísmica se realiza mediante la instalación de sismómetros sobre y alrededores del edificio volcánico.

El aumento de la actividad del volcán lleva asociado un incremento de la sismicidad. Estos eventos sísmicos son de pequeña magnitud debido a la escasa energía disponible que puede liberarse como energía sísmica. La fase gaseosa genera leves movimientos sísmicos que son superficiales y sólo pueden ser registrados por estaciones muy próximas. El incremento y/o disminución de los sismos volcánicos, el tipo señal y su frecuencia, podrían indicarnos la ocurrencia de una probable erupción.

3) La deformación: Es especialmente útil en volcanes donde las características del magma puedan provocar grandes deformaciones del edifico. Un magma muy fluido puede moverse fácilmente por fracturas de pocos centímetros de anchura, produciendo una deformación mínima salvo en los casos donde interviene un gran volumen de magma que provocaría deformaciones apreciables. Por el contrario, un magma viscoso deberá abrir conductos muy amplios, incluso de cientos de metros para poder moverse y las deformaciones serán enormes. Hay que tener presente que la deformación varía con la distancia y sólo muy cerca del centro de emisión alcanza valores importantes.

Cuando el magma asciende a la superficie ejerce una presión en el interior del volcán causando deformación (inflación o deflación), que es imperceptible al sentido humano. Por tal motivo, se utilizan instrumentos adecuados de medición (GPS, EDM, estación total, etc.) que miden variaciones del orden del milímetro y que pueden alertar la ocurrencia de una probable erupción.

4) Los gases: Los gases de origen magmático ascienden a la superficie por medio de fracturas y/o conductos del volcán, manifestándose en la superficie como fumarolas. Más del 80 por ciento de todo el gas emitido por los volcanes es vapor de agua, mientras que el bióxido de carbono (CO2), bióxido de azufre (SO2) y compuestos de cloro (Cl), flúor (F), monóxido de carbono (CO), nitrogeno (N) representan menos del 20 por ciento.

La vigilancia permanente de las concentraciones en la composición química y los parámetros fisicoquímicos (temperatura, pH, conductividad eléctrica) de las fuentes de aguas termales y fumarolas de zonas próximas a los volcanes, podrían indicar un incremento de la actividad volcánica y podrían ser precursores de una erupción volcánica.

Vigilancia volcánica

Actualmente, a través del Observatorio Vulcanológico del INGEMMET se realiza el monitoreo de los volcanes activos del sur del Perú mediante estas cuatro técnicas, cuyo seguimiento de forma continua y permanente, tiene como objetivo detectar oportunamente condiciones anómalas precursoras de algún proceso eruptivo.



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