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¿Qué es el desastre?
La Estrategia Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres – EIRD define al desastre como: «una seria interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad que ocasiona una gran cantidad de muertes al igual que pérdidas e impactos materiales, económicos y ambientales que exceden la capacidad de la comunidad o la sociedad afectada para hacer frente a la situación mediante el uso de sus propios recursos».
El Reglamento de la Ley 29664, que crea el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD) lo define como: «conjunto de daños y pérdidas, en la salud, fuentes de sustento, hábitat físico, infraestructura, actividad económica y medio ambiente, que ocurre a consecuencia del impacto de un peligro o amenaza cuya intensidad genera graves alteraciones en el funcionamiento de las unidades sociales, sobrepasando la capacidad de respuesta local para atender eficazmente sus consecuencias, pudiendo ser de origen natural o inducido por la acción humana».
Por lo general, cuando el desastre se manifiesta, sobrepasa la capacidad de respuesta de la comunidad, municipio o departamento afectados, en cuyo caso se requiere de la ayuda y cooperación externa para llevar a cabo los procesos de rehabilitación y reconstrucción de las zonas afectadas.
Cuando el evento adverso que se suscita es de enormes proporciones, con un alto número de víctimas y daños, y se excede la capacidad del país para dar atención y respuesta a la situación con los recursos propios disponibles, podemos entonces decir que se trata de una catástrofe.
Principalmente son los desastres y las catástrofes los que ocasionan las mayores pérdidas económicas y cantidad de víctimas, sufrimiento y dolor en las personas. En estos casos, la ayuda y los recursos requeridos pueden demorar días, semanas, meses y hasta años para lograr una recuperación paulatina, dependiendo de la capacidaddel Estado y de la ayuda humanitaria que se pueda recibir de otros Estados.
Los desastres no constituyen hechos súbitos y aislados de la vida «normal» de las comunidades. El acelerado e inadecuado proceso de urbanización, sumado a la inequidad en la distribución de recursos, son factores recurrentes en los patrones de desarrollo. Es necesario entenderlo en el contexto del territorio y de los procesos de desarrollo, en virtud de los cuales la comunidad afectada entra en interacción con los ecosistemas que ocupa o sobre los cuales interviene.
Los Desastres y el Desarrollo
Los pobres y vulnerables son los más perjudicados por los desastres. Entre 1998 y 2018, el 91% de las muertes relacionadas con tormentas se registraron en países de ingreso bajo y mediano, pese a que solo el 32% de estas perturbaciones atmosféricas se produjeron en esos países.
Existe una relación de doble vía entre el riesgo de desastres y desarrollo. Por una parte, las causas del riesgo están arraigadas en errores y problemas de abordaje de los procesos de desarrollo, al no tener en cuenta las restricciones y potencialidades del territorio y del contexto económico y social en la planificación, definición de usos del suelo e implementación de proyectos. Por otra parte, en la medida que no se corrijan los problemas generados por estos procesos inadecuados de desarrollo, estos riesgos se materializan en desastres. Ello no sólo termina afectando la población, la producción y la infraestructura, sino que retrasan el avance de los países debido a la necesidad de dirigir los recursos destinados al desarrollo de nuevas inversiones a procesos de reconstrucción y recuperación.
En el informe del Banco Mundial titulado Shock Waves (Ondas de choque) se revela que casi el 75 % de esas pérdidas se puede atribuir a desastres climáticos extremos, y que para 2030 el cambio climático amenaza con empujar a otros 100 millones de personas a la pobreza extrema. Por su parte, en el informe del Banco titulado Unbreakable (Indestructibles) se concluye que los desastres naturales han provocado impactos cuantiosos y duraderos sobre la pobreza.
Según el informe del Banco Investing in Urban Resilience (Invertir en la resiliencia urbana), en 2030, debido a la falta de inversiones urbanas para mejorar la capacidad de adaptación, los desastres naturales probablemente generarán pérdidas equivalentes a USD 314,000 millones anuales en las ciudades de todo el mundo.
Si en la planificación del desarrollo se integra la gestión del riesgo de desastres, la actual tendencia al aumento de los impactos de las catástrofes naturales se puede revertir. Además, cuando después de los desastres los países se reconstruyen de manera más sólida, rápida e inclusiva, se reducen las consecuencias en los medios de subsistencia y el bienestar de las personas en hasta un 31%, y posiblemente también las pérdidas medias mundiales.
Existe una variedad de desafíos tales como el cambio climático, la urbanización no planificada, el subdesarrollo, la pobreza y también la amenaza de pandemias que van a modificar la asistencia humanitaria en el futuro. Estos factores agravantes van a provocar un aumento en la frecuencia, complejidad y gravedad de los desastres.